El discurso del 3 de octubre de 2017 de Felipe VI cambió la historia de Cataluña, de ahí que el separatismo haya decidido que la Casa Real es su gran adversario. Por eso toca, por convicción y por estrategia, defenderla a capa y espada para garantizar que España siga siendo un país democrático que se rige por una Constitución que fue apoyada masivamente por los españoles, y no un Estado fallido dividido en taifas regidas por clanes supremacistas que se reparten el botín y consideran a buena parte de sus habitantes como catalanes o vascos de segunda división.
O, directamente, les niegan tal condición para considerarlos ‘apátridas’ o, lo que es lo mismo en su cosmovisión pseudoracista, ‘españolazos’. Recordemos que la invitación a coger las maletas y largarnos de Cataluña es de las primeras cosas que te suelta un separatista cuando le llevas la contraria. Felipe VI ha de ser el monarca de todos los españoles, incluyendo a los separatistas que le insultan y le desprecian. Su papel moderador le hizo tener que aceptar, con una sonrisa en los labios, los desplantes que ha sufrido, y sufrirá, de personajes siniestros como Pere Aragonès o Ada Colau, seres indignos de la alta representación institucional que ocuparon.
Los partidos separatistas y populistas saben que el primer paso para conseguir sus siniestros objetivos políticos es acabar con la Casa Real, y Pedro Sánchez es el aliado ideal. Después vendrá el desmantelamiento del país para trocearlo en territorios regidos por castas que distinguen entre los «nuestros» y los «desafectos», entre los «auténticos catalanes» (o vascos, o gallegos, o…) y los «colonos». Los primeros tendrían todos los derechos políticos y los segundos serían invitados a coger los bártulos y abandonar la ‘República’ catalana, vasca o la que sea menester.
Poco podemos esperar de un separatismo que se ha tirado al monte. Que invierte más de trescientos millones de euros en sufragar unos medios de comunicación públicos que pagan generosamente a los que propagan, en antena y en redes sociales, el «puta España». Por cierto, con el PSC siguen en TV3 y en Catalunya Rádio, esparciendo rencor mientras cobran del erario público. El cambio de Pere Aragonès por Salvador Illa no se ha notado en nada.
La Generalitat, antes con ERC y ahora con el PSC, excluye de la enseñanza la lengua materna de más de la mitad de la población. Pero siempre tendremos al Rey y a su familia como representación de la mejor España, esa España que odia el separatismo. De ahí que tengamos que apoyar y proteger a Felipe VI, para que cuando haya otra intentona golpista separatista, pueda volver a pararla.
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